Cuerpo y alma (Relato)



El amanecer se levantaba en el horizonte.  Alahel, Mensajero del Rey Gorgyn de Alahan, estaba terminando de preparase. Se acercó a los centinelas y les ordenó que se adelantaran a explorar. Los dos Segadores desaparecieron en la oscuridad. El Mensajero despertó a sus hombres uno por uno con mano firme y palabras serenas.

Cadwallón todavía estaba a más de una semana de marcha. Numerosos peligros les aguardaban…El bosque Allyvie no era tan seguro como decían los Elfos. Los primeros rayos de Lahn, el sol,  templaban los rostros todavía somnolientos de la pequeña escuadra encargada de escoltar a Alahel. El Mensajero escucho el rugido distante de una de las numerosas cascadas del río Amillan hasta que uno de los exploradores le saco de su ensueño. El Segador había encontrado una aldea a un kilómetro de distancia.

Un pesado silencio recibió a los hombres en los alrededores de la aldea. No había humo en las chimeneas, ninguna señal de vida. Alahel, silencioso y prudente, hizo señas a sus soldados para que permanecieran juntos y estuvieran preparados para cualquier contingencia. Las puertas de las casas estaban abiertas. En algunas la mesa estaba puesta. Los habitantes de la aldea se habían ido con precipitación. Había oído hablar de casos similares durante las incursiones Wolfen, pero aquí la situación parecía bastante diferente, nada había sido destruido, sino abandonado.

El Mensajero no tenía tiempo para esos misterios. Tenía una misión que cumplir.
Al pasar junto a una casa tuvo la desagradable sensación de ser observado. No era el único: sus hombres, veteranos de numerosas campañas, también parecían nerviosos.
Repentinamente, la campana de la minúscula iglesia comenzó a sonar como si anunciara el final de los tiempos…Esqueletos y zombis descarnados surgieron de sótanos, cobertizos, pozos y tumbas.
Alahel ordenó a sus hombres que salieran tan rápido como fuera posible de esa trampa mortal. Pero en apenas tiempo, las tropas del León estaban rodeadas. Arqueros y Segadores consiguieron abatir a algunos macabros títeres, pero nada parecía ser capaz de detener su avance.
Alahel adivino fácilmente el destino de los aldeanos. La carne de algunos muertos vivientes todavía no había tenido tiempo de comenzar a pudrirse. Su inmundo olor todavía no era lo bastante fuerte como para delatarlos. A su alrededor todo eran gruñidos, suspiros de dolor y expresiones horrorizadas.

Los Leones de Alahan conocían muy bien a los condenados de la tierra maldita de Acherón, país de los muertos. Ningún soldado del Mensajero cedió al pánico. Instintivamente, formaron en cuadrado alrededor de los tiradores y avanzaron intentando mantener esta formación. Las espadas sagradas de los Paladines y las lanzas de los soldados rompían fácilmente en pedazos las vestiduras, las carnes blandas y los huesos quebradizos. Pero por cada muerto viviente que caía, dos tomaban su lugar. Alahel abría la marcha, intentando mantener la concentración.
Los movimientos de su espada Liberación y su lanza sagrada rompieron fácilmente las desorganizadas filas de la sonriente horda.
Justo tras él, un Espadero arriesgo su vida para proteger a un Lancero herido separado del resto del grupo. Una cimitarra herrumbrosa le propinó un profundo corte en la pierna y gritó de ira, un grito que se extendió durante unos segundos más antes de caer muerto…
La masa de los muertos vivientes disminuía cuando un jinete sobre un destrero terrorífico salió repentinamente del bosque empuñando una macabra espada. De un movimiento amplio y potente, se abrió paso hasta el corazón de la batalla y mató de un golpe a un soldado de la luz.
Ni una gota de sangre manchó las tropas de sus compañeros. La enorme espada de hueso y Tinieblas, una Hoja Carnicera, ya había absorbido el precioso fluido vital.
Fue fácil para los pocos restantes muertos vivientes colarse por la brecha creada por la terrible carga de su señor, un Guerrero Cráneo montado en un destrero de las Tinieblas. Los soldados del León quedaron separados los unos de los otros, desbordados por sus adversarios.
Alahel sacó fuerzas de su interior en un intento de reunir a sus hombres y ayudarlos, pero fue contenido por un enjambre de Títeres Mórbidos armados con simples palos. Mientras estas ridículas marionetas caían una tras otra a sus pies, sus soldados morían inútilmente. La ira aumentaba poco a poco en el corazón del Mensajero, perdiendo lentamente su voluntad.
Pronto, sus estocadas se trasnformaron en molinetes tan potentes como imprecisos. Cada uno de los golpes de Alahel enviaba a un esclavo de las Tinieblas de vuelta al infierno.
El Guerrero Cráneo observaba, impasible…
El Campeón de las tinieblas señaló a Alahel con su Hoja Carnicera, desafiando al Campeón de la Luz. Los Títeres se apartaron a un lado cuando la montura infernal cargo de nuevo. Alahel esquivo el recorrido de la terrible Hoja en el ultimo momento y hundió profundamente a Liberación en el flanco expuesto de destrero de su enemigo. Jinete y montura cayeron al suelo una decena de metros más adelante hechos un barullo. Por desgracia, el Mensajero no logro reunir la fuerza necesaria para extraer su espada del cuerpo del destrero zombi…Pero todavía tenia su lanza y sobre todo su arco.
Plantó su lanza en el suelo y puso una rodilla en la tierra. El Cráneo se levantó lentamente, desorientado por la terrible caída. Su yelmo decorado con cuernos de carnero había caído, revelando un rostro putrefacto y una cabellera dispersa. En el fondo de sus órbitas vacías danzaban las llamas gemelas de la Muerte y la Condenación. Alahel dudo durante un momento mientras tensaba su arco. Su rostro le pareció familiar…

El guerrero Cráneo cargó emitiendo un gruñido gutural lleno de odio y maldiciones. La flecha se alojó profundamente en su pecho, en el lugar donde se suponía que debería encontrarse su corazón. Alahel tuvo el tiempo justo para soltar su arco y detener con su lanza sagrada un golpe de una potencia espectacular.

El Mensajero giró alrededor de su enemigo intentando recuperar a Liberación. Una perdida de tiempo, el Cráneo llego hasta él con una sola zancada. El Campeón de la Muerte no se preocupaba de su propia salvaguarda propinando mandobles que podrían haber partido rocas. Alahel esquivó y realizó piruetas para no resultar herido. Al final logró recuperar su arma.

Ese fue el momento en el que Alahel reconoció que algunas partes de la armadura del Cráneo pertenecían a una armadura de un Caballero del León. Pero el Guerrero Cráneo reveló un hacha en su mano zurda. La duda se apoderó de Alahel. Aquel siniestro enemigo estaba jugando con él. Los dos Campeones intercambiaron una larga mirada. Alahel podía contemplar la oscuridad de la Muerte en los ojos de su enemigo. La evidencia se mostró al Mensajero.
“Tú eres Tharn, Caballero del León traído a la vida por Reha de Brisis después de la Batalla de Kaïber”
El Cráneo respondió con un susurro apenas ininteligible.
“No eres enemigo para mí. Vuelve cuando seas más fuerte y puedas enfrentarte a mí. Desaparece si valoras tu vida.”
Alahel retrocedió unos pasos. Tenía una misión que cumplir. El Mensajero se dio media vuelta y comenzó a correr a toda velocidad.
El hacha de guerra silbó en el aire cerca de su cabeza y se clavó en el marco de una puerta, recordándole que no volviera.

“Te prometo, Tharn, que regresaré y te liberaré del Mal que te corroe…”


Relato sacado del manual de confrontación 2

Comentarios

  1. Cómo me gustan estos relatos!!!!
    que maravilla me parece el trasfondo de Confrontation.

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