Cuando Samantha y Anabel llegaron a la altura de Phidias,
este las paralizó, con la misma facilidad que a los cultistas, daba igual todo
el entrenamiento que habían tenido, iban a morir como meros humanos de la
calle. Una conversación empezó a sonar en sus cabezas:
-Queridas, porque me atacáis con tanta brutalidad,
tanto odio, solo os he ayudado, acaso no podéis ser generosos con el dios que
os ha salvado la vida.-dijo el Vagabundo en tono burlón.
-Solo os pido una cosa queridas, solo quiero que os vayáis
con los templarios y ese inquisidor hacia Adom III, dejarme Colosus a mí, debo
purgarlo a mi manera, ustedes solo saben quemar a la gente, pero yo tengo que
mostrarles el mal que me hicieron a mí por ser diferente, por ser especial ¡Por
ser único!-zanjó Phidias.
-Si no hacéis lo que os digo, el conflicto será aun mayor,
yo puedo controlar la voluntad de Valaquia y de los demás poderes ruinosos que
existen por la zona, pero vosotros andáis perdidos en la ceguera propia de la
eclesiarquía.-Musito antes de levantar sus brazos y realizar su última acción.
Toda la gente de la plaza se empezó a levantar lentamente, habían
caído inconscientemente, algunos no habían aguantado la fuerza del empuje psíquico
y habían muerto, pero la mayoría estaban solo desorientados y mareados, tras
mirarse unos a otros Samantha y Anabel se dieron las manos mientras se miraban
fijamente.
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