Nuevo Imperio Prusiano

 




En otro tiempo el orgulloso pueblo germano se está viendo mermado más por las guerras que por el frío del invierno. El avance del Imperio Otomano se ha convertido en una amenaza tal que los territorios germanos no tuvieron más opción que unirse bajo una misma bandera para hacer frente al conflicto que se avecinaba. Así nació el Nuevo Imperio Prusiano, cuyo fin último es combatir a los asaltantes de la media luna, una horda dedicada a arrasar cualquier cultura ajena a la suya. Sin embargo, a pesar de la unión de los territorios germánicos, Prusia sigue sufriendo una sangría constante en el frente al sur. En Viena, donde la nación agarena lleva años siendo un suplicio para el ahora endeble pueblo prusiano, el frente se desmorona día a día ante el empuje de la Marea Negra.

 

Los prusianos están tan abrumados por las fuerzas provenientes del sur del mar Negro que concentran todas sus fuerzas en Viena. Si esta ciudad cae, todo el Nuevo Imperio Prusiano caerá con ella. Irónicamente, en el resto del imperio, se respira un clima artificial de sosiego orquestado por las altas esferas, temerosas de perder el control sobre la población si se descubre la hoja del verdugo que pende sobre sus cabezas. La gente vive ignorante, recibiendo la información cribada por la censura gubernamental. Ajenos a su destino, los jóvenes se unen a las fuerzas armadas, convencidos de que verán mundo y harán fortuna. Pero el único mundo que verán será el de las estrechas trincheras austriacas, y la única fortuna que conocerán será la de ver un nuevo día de lucha.

 

Sin embargo, los ciudadanos prusianos no están exentos de preocupaciones: el racionamiento de bienes y servicios es algo habitual para ellos. Ven en esta carestía un mal necesario, vanagloriándose de la eficacia con la que su coalición hace frente al frío y la hambruna que hacen mella en otros territorios, como Francia o Inglaterra. La realidad es que su situación es más precaria aún que la de aquellas naciones que desdeñan.

 

Los mandos militares buscan una salida para Prusia, indagando en oscuros secretos místicos, o desarrollando nuevas tecnologías. Mientras tanto, el poderío de esta orgullosa nación solo se sustenta en la sangre de sus jóvenes y en el engaño.


 

Tropas

Las tropas de élite del Nuevo Imperio Prusiano se componen de dos tipos: veteranos y los Guerreros de Hierro. 

Los veteranos son soldados rasos que han sobrevivido milagrosamente al embate constante de la Marea Negra. La mayoría son soldados austríacos, que acarrean multitud de heridas de guerra y traumas. Son reclutas irremediablemente dementes y no aptos para el servicio regular, ya que su conducta perturba el espíritu de lucha del resto de las fuerzas que mantienen la frontera. 

Estas pobres almas, condenadas desde que abandonaron sus casas henchidos de orgullo para servir a su país, vagan tambaleantes y embriagadas por las atestadas calles de las ciudades del imperio. Incapaces de volver a su vida cotidiana, conscientes de la verdad  tras la propaganda rimbombante del gobierno, son rechazadas por su propia gente, que los ve como borrachos y pordioseros. En vista de ello, el estado germano ha decidido convertirlos en armas vivientes, y así poner fin a su sufrimiento. Se han convertido en carne de cañón prescindible, pero útil debido a su adiestramiento y estado alterado de consciencia. 


De esa forma, los hombres bomba son reenganchados en el ejército sin invertir muchos recursos: evaluados y reacondicionados por un grupo selecto de psicólogos y psiquiatras, son enviados de nuevo al frente. Portan un par de armas básicas para el combate, un peto y algún artefacto explosivo. Su función es distraer al enemigo lo suficiente como para que las verdaderas tropas de élite cumplan estoicamente con su misión. 

Estos soldados no mantienen una homogeneidad castrense: llevan uniformes desgastados, o únicamente parte de ellos. Es habitual que lleven petos ligeros de metal y máscaras de cuero. Pero en su conjunto, no destacan de cualquier guerrilla urbana independiente.

Los Guerreros de Hierro son todo lo contrario a los veteranos: veteranos condecorados que no sólo han sobrevivido en el frente, sino que han destacado por encima de sus compañeros gracias a su cabeza fría y un ardiente sentido del deber. Son hombres altos y fornidos, de férreos principios y temperamento sensato, que explotan al máximo sus capacidades y adiestramiento para cumplir devotamente con su cometido. 

Al contrario que sus compañeros, anteriormente mencionados, los Guerreros de Hierro gozan de un alto estatus, y suelen codearse con las altas esferas en los cortos períodos de reposo de que disponen. El grueso de la población ve a estos caballeros teutones modernos como el grueso de sus tropas, debido a la propaganda, ajenos al hecho de que, en realidad, son una escasa selección de individuos excepcionales.

Estos soldados superiores están equipados con el mejor equipamiento que puede permitirse el imperio: robustas armaduras de placas, anticuadas para los tiempos que corren, aunque lo suficientemente eficaces como para no dejar ni un ápice del cuerpo del ocupante desprotegido. Para rematar, una ametralladora pesada y un gran número de balas aseguran que estos titanes no necesiten acercarse demasiado al enemigo para arrasarlo.

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