El cometido de Allhox: 1º partida


La oscuridad del desierto del Caos no asustaba a Allhox, el sabía que había estado en lugares más oscuros, lugares que ni quería recordar. Su señor le había obligado a provocar mucho daño al mundo y él quería seguir siendo una herramienta útil. El acólito miro hacia atrás, sus compañeros lo seguían sin dejar de mirar al frente y los tzaangors no paraban de oler el aire en busca de algo que comer.

Su grupo se había dirigido a un lugar donde supuestamente encontrarían algunas reliquias que contendrían toda la información para realizar el ritual, sí, ese ritual que necesitaba Allhox para conseguir invocar a un demonio que lo poseyese, su gran obsesión. El lugar era muy parecido al resto del desierto del Caos, un lugar siniestro, lleno de ruinas donde en alguna época hubo vida y riqueza, hoy solo aguardaba la muerte y el silencio.


Pronto los tzaangors detectaron el olor a podredumbre, algo iba mal, unas figuras enormes se acercaban a lo lejos entre las ruinas. Los acólitos corrieron a posicionarse para poder lanzar sus armas antes de combatir con algún enemigo más poderoso en cuerpo a cuerpo, sin embargo los tzaangors levantaron sus armas y corrieron hacia delante.


Khasrhak miró a Kaelh, ellos dos nunca hablaban, se conocían de varias vidas y no hacía falta que gesticularan ni entonaran sus voces, todo el mensaje había quedado claro, Kaelh dirigió a los portadores de la plaga hacia el frente, mientras el paladín de Nurgle avanzaba en solitario buscando a su enemigo, su señor se lo había ordenado: “Mata al perro de Tzeentch y te otorgaré más poder y más gloria”. No hacía falta más motivación para el antiguo bárbaro. 


De las ruinas asaltaron dos figuras al enorme paladín, se trataba de un ágil acólito que portaba los colores azulados de Tzeentch el cual golpeo al aire dos veces sin tener éxito en su objetivo y el segundo atacante se trataba de una bestia del Caos trasformada por el mismo dios del otro, su ataque fue más directo y más tosco, pero igual de efecto, la armadura de Khasrhak fue bloqueando sus ataques hasta que llego su turno...Su enorme hacha fue levantada con lentitud y provoco un duro golpe hacia sus víctimas, ambas perecieron en ese momento.


El líder acólito observó su entorno, se había quedado rezagado para controlar todos los movimientos de su gente, pero ya solo podía ver a los que estaban enzarzados en combates y su gran enemigo solo, avanzando hacia él, por lo que saco su espada y decidió cargar en solitario, pasara lo que pasara...el lento paladín esta vez no quiso aguantar la carga de su enemigo y lanzo un tajo que lo mal hirió a su rival, el acólito cedió y cayó hacia el suelo, todo se nublaba en su mente.


Al rato volvió tras de sí, un grupo de sus hombres había huido y con su cuerpo, sin saber si estaba vivo lo arrastraban, intentando zafarse de sus hombres desistió en el segundo intento, no tenía fuerzas y no sentía sus brazos, necesitaba ayuda urgente de Tzeentch si quería salir de esta con vida. Ni él ni sus hombres habían podido acabar con la vida de sus rivales, esos seres del dios Nurgle eran muy resistentes y tenían más trampas guardadas que el dios de la trasformación. 


El rey pútrido observó a los demonios, a su fiel compañero y levantó la pesada hacha como signo de victoria, una vez más habían dado un duro golpe a sus odiados rivales de Tzeentch. Decidieron quedarse a investigar el lugar, seguro que los acólitos andaban buscando algo de interés por la zona.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Saga: El despertar de la bestia (novelas)

Visita a Warhammer World