La oscuridad del desierto del Caos no
asustaba a Allhox, el sabía que había estado en lugares más oscuros, lugares
que ni quería recordar. Su señor le había obligado a provocar mucho daño al
mundo y él quería seguir siendo una herramienta útil. El
acólito miro hacia atrás, sus compañeros lo seguían sin dejar de mirar al
frente y los tzaangors no paraban de oler el aire en busca de algo que comer.
Su grupo se había dirigido a un lugar
donde supuestamente encontrarían algunas reliquias que contendrían toda la información
para realizar el ritual, sí, ese ritual que necesitaba Allhox para conseguir
invocar a un demonio que lo poseyese, su gran obsesión. El lugar era muy
parecido al resto del desierto del Caos, un lugar siniestro, lleno de ruinas
donde en alguna época hubo vida y riqueza, hoy solo aguardaba la
muerte y el silencio.
Pronto los tzaangors detectaron el olor a podredumbre, algo iba
mal, unas figuras enormes se acercaban a lo lejos entre las ruinas. Los acólitos
corrieron a posicionarse para poder lanzar sus armas antes de combatir con algún
enemigo más poderoso en cuerpo a cuerpo, sin embargo los tzaangors levantaron
sus armas y corrieron hacia delante.
Khasrhak miró a Kaelh, ellos dos nunca
hablaban, se conocían de varias vidas y no hacía falta que gesticularan ni
entonaran sus voces, todo el mensaje había quedado claro, Kaelh dirigió a los
portadores de la plaga hacia el frente, mientras el paladín de Nurgle avanzaba
en solitario buscando a su enemigo, su señor se lo había ordenado: “Mata al
perro de Tzeentch y te otorgaré más poder y más gloria”. No hacía falta más motivación
para el antiguo bárbaro.
De las ruinas asaltaron dos figuras al enorme paladín, se trataba
de un ágil acólito que portaba los colores azulados de Tzeentch el cual golpeo
al aire dos veces sin tener éxito en su objetivo y el segundo atacante se
trataba de una bestia del Caos trasformada por el mismo dios del otro, su
ataque fue más directo y más tosco, pero igual de efecto, la armadura de Khasrhak
fue bloqueando sus ataques hasta que llego su turno...Su enorme hacha fue
levantada con lentitud y provoco un duro golpe hacia sus víctimas, ambas
perecieron en ese momento.
El líder acólito observó su entorno, se había quedado rezagado
para controlar todos los movimientos de su gente, pero ya solo podía ver a los
que estaban enzarzados en combates y su gran enemigo solo, avanzando hacia él,
por lo que saco su espada y decidió cargar en solitario, pasara lo que
pasara...el lento paladín esta vez no quiso aguantar la carga de su enemigo y
lanzo un tajo que lo mal hirió a su rival, el acólito cedió y cayó hacia el
suelo, todo se nublaba en su mente.
Al rato volvió tras de sí, un grupo de sus hombres había huido y
con su cuerpo, sin saber si estaba vivo lo arrastraban, intentando zafarse de
sus hombres desistió en el segundo intento, no tenía fuerzas y no sentía sus
brazos, necesitaba ayuda urgente de Tzeentch si quería salir de esta con vida.
Ni él ni sus hombres habían podido acabar con la vida de sus rivales, esos
seres del dios Nurgle eran muy resistentes y tenían más trampas guardadas que
el dios de la trasformación.
El rey pútrido observó a los demonios, a su fiel compañero y
levantó la pesada hacha como signo de victoria, una vez más habían dado un duro
golpe a sus odiados rivales de Tzeentch. Decidieron quedarse a investigar el
lugar, seguro que los acólitos andaban buscando algo de interés por la zona.
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