La mirada perdida de ambos guerreros se cruzó en mitad de un frío pasillo, todo tenía color cristalino, era una sala un tanto lúgubre y
simplemente vacía. Derrepenete la sala se iluminó y cuatro figuras pequeñas
rellenaron el vacío.
-Tranquilos, no somos peligrosos simple mortal, solo somos
los siervos del gran dios del cambio y el saber ¿Os suena acaso? Quizá estéis
aquí por un juego del destino o porque nuestro Señor ha querido divertirse esta
vez, quien sabe lo que os espera.-terminó de decir casi sin ganas una especie
de figura con pico parecida a un pájaro parlanchín.
-¿Qué quiere ese dios… y como podremos volver a nuestra
ciudad?-preguntó violentamente el otro guerrero.
-Tranquilos, tranquilos, no os ciñáis a las cosas superfluas
del mundo de los simples mortales, donde estáis es en otro plano dimensional,
solo los elegidos y poderosos pueden llegar aquí por plena voluntad, daros por
satisfechos de estar vivos. Esta fortaleza esta en vuestro mundo y no,
también está en todas partes y en ninguna.-acabó casi asfixiado una especie de
pez que caminaba y hacia ruidos con cada bocanada de aire que respiraba.
-Aun así, mi consejo es que aprovechéis la enseñanza que os
de nuestro maestro para intentar convertiros en unos discípulos apropiados. No
queremos patanes en nuestras filas, solo gente brillante y habilidosa que
consiga adelantarse siempre al rival, sin perder el camino que nos muestra el
astuto Señor de la Sabiduría.-continuó una especie de bufón pequeño que poseía
una máscara siniestra.
-Lean, lean, aquí poseo toda la información sobre los
saberes del Señor, quizá no estéis preparados para entender tal conocimiento,
pero…Quien sabe si algún día entenderéis alguna frase de las que contengo… ¿Qué
ha sido eso?-interrumpió bruscamente el libro con patas que hablaba y se movía
al mismo tiempo. Un sonido brusco procedía del extremo de un pasillo.
Klittus cola roída había conseguido alcanzar un portal, pero
no sabía cuál era, por lo que había dividido su grupo de escoria skaven en
varios portales por lo que no sabía cuántas ratas tenía a su disposición ni
donde se encontraba. Al menos estaba con el estúpido guardaespaldas por si las
cosas se torcían, pero…eso no parecía ser el jardín de Nurgle, algo había
salido mal en su hechizo.
En el otro cuarto, el guerrero dorado cargó hacia el pequeño
grupo de skavens y consiguió aturdir a los rivales, se hizo hueco
con su enorme alabarda y mantuvo al grupo a raya, pese a que acabó rodeado.
Quizá este sería el final trágico de los dos guerreros de
Sigmar, pero el dios humano quiso mandar ánimos al guerrero plateado que estaba
conmocionado en el suelo, este recibió las fuerzas con gran estímulo, se levantó
y miro hacia un lado y otro, cola roída se escondió a fondo del pasillo, no
quería complicarse el viaje. Así que el guerrero continúo hacia donde oía
ruidos, ahí estaba su compañero luchado con un montón de skavens, una
pesadilla, pero poco a poco acabaron con todas.
-Se les suele llamar skavens u hombres rata, son un mito o
al menos eso me habían contado, quizás en este mundo que parece producto del
Caos tengan cabida y sean sus siervos.-respondió Pacificador.
-Malditos-malditos, yo os destruiré por haber acabado con
mis esclavos-súbditos.-dijo Klittus entre gritos.
-Es un alivio que seas tan pequeño, pensábamos que eras el gigantón
que tienes detrás-dijo relajadamente Fenix mientras sonreía.
Un gruñido de enfado hizo que se taparan los oídos los
guerreros, pero no evito que dejaran de mirar al lugar donde estaban sus
rivales.
-Pronto nos veremos y pagareis por ello-esto.-terminó el
skaven mientras que la sala cambiaba de forma y los separaba.
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