El día había comenzado en Terra, un hombre de 140 años se
levantaba en su solitario apartamento cuando un servidor rompió el silencio
llamando a la puerta. Traía una notificación del Ministorum, debía acercarse a
las oficinas para ponerle al tanto de un nuevo trabajo.-Bienvenido inquisidor Lux.-dijo un interrogador que conocía
al hombre que acababa de entrar en el hall del enorme edificio del Ministorum.
-¿A que debemos su grata presencia por aquí? pensaba que ya
se había jubilado y estaba escribiendo sus memorias antes de...bueno, ya me
entiende, lleva mucho tiempo trabajando para el Imperio.
-Solo me retiraré cuando muera, Ademos déjame sufrir ese
privilegio cuando un enemigo lo consiga.-respondió con frialdad Lux mientras seguía
caminando e ignorando a su conocido.
El hombre con achaques se presentó en la oficina para presentar el
papel de su notificación, sin mediar palabra se quedó delante del funcionario
esperando a que le informara. El hombre miró sorprendido hacia el encapuchado
inquisidor y después de presentaciones le indicó que acudiera a la sala 305 de
la planta tercera.
Cuando Lux accedió a la sala se encontró con una hermana de
batalla ataviada con su armadura de combate (algo que le extrañó) y dos hombres
de la eclesiarquía. Todos lo miraron y empezó la reunión. Tras la reunión el inquisidor sabía cuál era su futuro inmediato y que
debía hacer para servir al Imperio de la humanidad. Debía ir a un lugar llamado
Adom, un sistema perdido de la galaxia, era parte del Imperio, pero...llevaba
abandonado o con poca comunicación con el Imperio desde hacía bastante tiempo, desde Terra querían saber algo más, aunque pagaban los tributos
correspondientes el Ministorum no tenía muy claro que pasaba ahí.
La expedición no iba a ser como la mayoría de las que hacia él,
podía llevarse a su sequito, pero no irían solos, era una misión con posible intervención
dentro del sistema Adom y para ello necesitarían apoyo. Irían con un batallón
de la Guardia Imperial, sumado a la protección de un par de escuadras de las
hermanas de batalla y unos pocos guardaespaldas de los denominados guardianes de la muerte.
El viaje iba a ser largo, meses quizás, por lo que debería
despedirse de todos los asuntos que tenía en Terra. Por lo que su deseo fue
visitar por última vez la Puerta de la Eternidad, para lanzar un par de
plegarias al Emperador. El lugar estaba repleto de gente, peregrinos y
vendedores ambulantes, pero tres grandes figuras se acercaron a él y aparataron
al resto, eran marines espaciales.-Señor Nathael Lux, somos los guardianes de la muerte y
desde ahora en adelante seremos sus guardaespaldas, a su servicio.-dijo uno de
los tres marines espaciales con armadura negra.
-¿Podríais dejarme un momento tranquilo en este lugar
sagrado?-respondió ásperamente el hombre.
Pero no debieron entenderlo y lo que hicieron fue
arrastrarlo casi en volandas mientras apartaban como si fuesen insectos al
resto de pequeños humanos para avanzar hacia la gran puerta. Una vez llegaron a
la escalinata la vaciaron y lo depositaron al que parecía un enclenque hombre al lado de esos super hombres, mientras el seguía
rezando, casi sin enterarse de lo ocurrido, gracias a su poder de abstracción.
Cuando abrió los ojos de nuevo, contemplo aquella eterna
escalinata poblada de estandartes de millones de colores distintos, con una
dorada puerta de fondo donde la figura del magnánimo emperador representaba el
triunfo del Imperio de la humanidad, sus ojos soltaron algunas lágrimas al ver
tan de cerca una maravilla tan icónica y única. Pero después de hacer el signo
del aquila se incorporó y firmemente les dijo a los marines: seguidme...
El viaje comenzaría, su sequito tenía poco tiempo para
prepararse, pero eran todos profesionales y la preparación estuvo lista en un día,
ninguno puso objeción para ir con su líder hacia un lugar tan lejano y
misterioso, pero el sabía que estaba pidiendo un último esfuerzo, ya que era
una misión que quizás sería la última.***
Una vez ya viajando en la nave, el inquisidor junto a los
suyos tuvo una reunión para conocer algo más sobre el lugar, accedieron a la información
de los cinco planetas que tenía el sistema y le informaron que había conflictos
entre distintas facciones, pero confiaban en su potencia militar, ya que un batallón
de los Templarios Negros residía ahí desde hacía siglos, una ayuda que sería
muy útil en caso de tener una guerra...
Nathael suspiró en su cuarto, hacía pocos días había estado
meditando en su cama, en Terra, ahora estaba de camino a un lugar diferente,
con gente diferente, no sabía si serian salvajes o tendrían el mismo nivel
cultural que él, pero debía investigar, juzgar y aplicar las medidas más
severas con tal de conseguir el objetivo: que el sistema Adom fuese un lugar de
fe hacia el Emperador.
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