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Mostrando entradas de agosto, 2023

Imperio Otomano

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El mundo evoluciona deprisa en este inicio de siglo, quizá demasiado; pero para el Sultanato de Constantinopla las cosas deben seguir su curso, como llevan haciéndose desde hace siglos. El incansable ritmo de la tradición marca sus pasos.    El Imperio Otomano es temido en toda Europa. Ocupa los Balcanes y amenaza con introducirse en el centro del Viejo Continente, algo que aterra al Antiguo Régimen. Sin embargo, el Sultán y su corte no temen represalias. Allah es misericordioso, y el Islam debe extenderse por el continente europeo, como ya lo ha hecho en Asia y África.   Los germanos, atrapados entre el miedo y el derrumbe de sus tropas, han decidido difundir una propaganda oscura de sus enemigos, describiéndolos como demonios rojos.   Irónicamente esto ha mejorado los resultados en combate de los soldados jenízaros: su fama hace huir a muchas más tropas que las que matan. Pero el Imperio no está formado por demonios y tampoco únicamente por devotos soldados musulmanes;

Imperio Ruso

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El régimen zarista, desde hace siglos, tiene sometido su vasto territorio a una obediencia total. A pesar de la esclavitud y la servidumbre de estas pobres almas, nadie se atreve a enfrentarse a la familia del Zar y reprochar su absolutismo.   Rusia había salido perdiendo del Congreso de Viena. No había sido compensada como debía, algo que le pesa al Zar. El soberano mira con celo la libertad de los lituanos. Pero sus necesidades expansionistas han quedado en segundo plano con la llegada de las largas nevadas, que han dejado sin alimentos a Europa. La hambruna ha generado una gran tensión dentro del Imperio. Tras la desastrosa guerra con el Ducado de Lituania, y perder San Petersburgo a manos de los suecos, el Zar ha decidido elegir solo a unos pocos fieles para que sirvan a su causa.   Los hijos de los nobles han sido los elegidos.   Rusia se había ido trasformando, con el paso de los años, en una de las grandes sedes de la cultura. Tras la caída de Napoleón, la actividad

La Corona de Suecia

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En el frio norte, un grupo de países se erigió como bastión protector del luteranismo en el siglo XVII. Tras la guerra de los 30 años (o guerra de la fe), han vivido apartados del resto de Europa. El mayor ejemplo de este aislacionismo ha sido Suecia, decidida a mirar hacia el interior de sus tierras y no volver su atención hacia el soleado sur… hasta ahora.   Todo empezó a cambiar cuando la guerra contra Napoleón, ese demonio insaciable, trajo la división y las matanzas a los pueblos escandinavos. El orden volvió con el Congreso de Viena. Se instauró paz tranquila, que beneficiaba a todos los ganadores.   Suecia aprovechó la situación: al año siguiente conseguiría todo lo que se había propuesto. Rusia había despertado los deseos de expansión de la nación escandinava, que no estaba dispuesta a soportar otra guerra más en su territorio.   En estos años de contiendas, los suecos, pese a sufrir parte del conflicto con los franceses, habían conseguido desarrollar una revolución

Nuevo Imperio Prusiano

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  En otro tiempo el orgulloso pueblo germano se está viendo mermado más por las guerras que por el frío del invierno. El avance del Imperio Otomano se ha convertido en una amenaza tal que los territorios germanos no tuvieron más opción que unirse bajo una misma bandera para hacer frente al conflicto que se avecinaba. Así nació el Nuevo Imperio Prusiano, cuyo fin último es combatir a los asaltantes de la media luna, una horda dedicada a arrasar cualquier cultura ajena a la suya. Sin embargo, a pesar de la unión de los territorios germánicos, Prusia sigue sufriendo una sangría constante en el frente al sur. En Viena, donde la nación agarena lleva años siendo un suplicio para el ahora endeble pueblo prusiano, el frente se desmorona día a día ante el empuje de la Marea Negra.   Los prusianos están tan abrumados por las fuerzas provenientes del sur del mar Negro que concentran todas sus fuerzas en Viena. Si esta ciudad cae, todo el Nuevo Imperio Prusiano caerá con ella. Irónicamente,

Ducado de Lituania

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Conocidos por el resto de Europa como los herederos o saqueadores de la Orden Teutona, estos polacos-lituanos estuvieron siglos intentando sostener lo que prusos y rusos no querían: un territorio sin fronteras naturales, una tierra ingobernable. Con el paso de los años, lituanos y polacos consiguieron formar una cultura similar y abrazar el catolicismo. La fe sería lo único que mantendría unido a un país lleno de nobles incapaces alcanzar acuerdo en la Duma. Era una nación débil, rodeada de lobos hambrientos.   Pasados los siglos y los conflictos, el año 1795 resultó decisivo para la soberanía del pueblo Báltico: la ayuda económica de Suiza  había convencido a los nobles lituanos de separarse de Polonia en 1794. Justo a tiempo: con Suecia aportando materias primas desde el norte, mantuvieron el control de la mayor parte de sus fronteras. Mientras tanto, Polonia fue devorada por Prusia en menos de un año. Suiza planeaba controlar Lituania, y así tener un país satélite que distrajese a P